En Chile, la industria minera ha sido protagonista del desarrollo económico de nuestra sociedad. Desde los años de la independencia, nuestro país ha forjado su crecimiento de la mano de los minerales y del trabajo que han realizado muchos hombres, y actualmente mujeres.

Es así como el cobre, la plata, el carbón y el salitre han impulsado, no sólo cambios económicos, sino que también grandes cambios políticos, sociales y culturales de la historia de Chile. Precisamente en este último ámbito, nuestra minería ha sido el centro de las más variadas expresiones.

A lo largo de los años la relevancia cultural de la minería fue creciendo cada vez más, llegando a su apogeo en el siglo XX, cuando decenas de escritores encontraran en esta industria una fuente de inspiración para sus obras.

Escritores de la Minería

Más de 100 años han transcurrido desde que las negras minas del carbón dieran vida a una de las obras más transcendentales de la literatura chilena: Sub Terra: cuadros mineros. Su autor, Baldomero Lillo, considerado como el padre  del realismo chileno, inspiró su primera obra en la vida de los mineros del Golfo de Arauco de fines del siglo XIX, y principios del XX, historias que reunió en ocho cuentos que fueron parte de la primera edición de esta obra. Luego, casi cien años más tarde (2003) la primera obra escrita por Lillo se transformaría en una película que recibió dos importantes premios internacionales y uno nacional.

En 1941 Gonzalo Drago retrataba la esforzada vida del trabajador minero a través de Cobre (1941), una narración que lleva inserta parte de sus propias vivencias en un mundo que conoció a la perfección cuando trabajó en Braden Copper Company.

Tres años más tarde, se publica Norte Grande de Andrés Sabella, obra que si bien en un comienzo generó contradictorias críticas entre sus pares, con el tiempo se ha consolidado como la obra-retrato del norte más importante del siglo. El norte en general, y la pampa en particular, fueron el escenario predilecto para este escritor antofagastino que buscó entregar un mensaje de denuncia social en cada una de sus obras. Su trabajo ha trascendido por generaciones, debido a su cautivante pluma e influyente contenido sobre las vivencias de la lejana pampa. No por nada, el título de esta obra le dio el nombre a la zona comprendida por la I y II región.

Lejos de las húmedas minas de Lota, e inspirado en sus propios recuerdos de niñez, Hernán Rivera Letelier se adueñó del imponente desierto como la perfecta escenografía para relatar íntimas historias pampinas. Títulos como Los trenes se van al purgatorio (2000), Fatamorgana de amor con banda de música (1998), Santa María de las flores negras (2002), y  La Reina Isabel cantaba rancheras (1994), son algunas de las obras donde se relatan los más oscuros episodios en las ya olvidadas oficinas salitreras, como también las lúdicas vivencias de los pobladores nortinos.

Una ciudad escondida entre montañas

Si existe una localidad en la que muchos autores han fijado su mirada, es en Sewell. Hoy la localidad reconocida como Patrimonio de la Humanidad, se encuentra alejada de la bulliciosa ciudad, escondida entre los cerros cordilleranos. Sewell, perteneciente a la división El Teniente de Codelco, lleva a cuesta un romanticismo único con el que logra cautivar a muchos de sus visitantes año a año. En 1946, Baltazar Castro, basándose en su experiencia como trabajadorminero, escribió Sewell, una emotiva novela llena de realismo y con una marcada crítica social.

Varios años después, Eugenia Lorenzini, se deslumbra con esta ciudad y desarrolla una narración cargada de historia que viene a contribuir a la memoria colectiva de un paísminero: Sewell: luces, sombra y abandono (1966). En 2001, Mario Aguirre, cautivado por esta misma mística, escribió La región del próximo vuelo, libro que cuenta la historia de cientos de personas que dedicaron su vida a la minería en esa entrañable localidad.

La minería hecha poesía

El mundo minero también sirvió de inspiración a los más destacados poetas nacionales. Nicanor Parra y Pablo Neruda, vieron en esta temática un sinfín de historias interesantes para recitar. Y sin duda fue el esfuerzo del trabajador  minero lo que cautivó la admiración de los escritores. Esta temática fue plasmada por Pablo de Rokha en Elegía a Elías, hijo del pueblo, donde honra a un ex obrero salitrero. De igual forma, Gonzalo Rojas en Carbón, rinde homenaje a su padre, trabajador minero de Lebu. Por su lado, De vuelta de la pampa, de Carlos Pezoa Véliz, reconoce el valor de Pedro Ureta en suelos pampinos.

Pablo Neruda buscó expresar el sentir obrero de esos años en El maestro Huerta (de la mina “La Despreciada”, Antofagasta), prosa que es parte del Canto GeneralFinalmente, el contenido del “antipoeta”, Nicanor Parra, se centra principalmente en la descripción de la cultura minera a través del uso del lenguaje popular y los relatos sobre las cotidianeidades del obrero nortino, aspectos que se pueden identificar fácilmente en La venganza del minero.

Prosas, versos, novelas, ensayos, argumentos de teatro y de cine, se han visto influenciados por la cultura minera. Las luchas obreras, el trabajador pampino, la soledad de un trabajo alejado de los polos urbanos y las vivencias del carbón se convirtieron en una fuente de inspiración para muchos escritores chilenos. La destreza de estos artistas permitió acercar mediante sus libros a este desconocido mundo minero al resto de la sociedad.

“Cuando vaya usted al Norte, señor, / vaya a la mina “La Despreciada”, / y pregunte por el maestro Huerta / Desde lejos no verá nada, / sino los grises arenales./ Luego, verá las estructuras, / el andarivel, los desmontes / Las fatigas, los sufrimientos / no se ven, están bajo tierra / moviéndose, / rompiendo seres,/ o bien descansan, extendidos, / transformándose, silenciosos”.
El Maestro Huerta
(De la mina “La Despreciada”, Antofagasta)
Pablo Neruda

“En una sala baja y estrecha, el capataz de turno sentada en su mesa de trabajo y teniendo delante de sí un gran registro abierto, vigilaba la bajada de los obreros en aquella fría mañana de invierno”.
SubTerra
Baldomero Lillo

“Pecho peludo y anchuroso, lo mismo que una corriente infatigable. Y las manos eran gemelas del hambre, con los enteros dedos del minero, firmes y rudos, iguales a tentáculos, o a víboras ansiosas”.
Norte Grande
Andrés Sabella

“De las distintas secciones anexas a la mina salen los obreros en confuso tropel. En su prisa por abandonar los talleres se chocan y se estrujan, mas no se levanta una voz de queja o de protesta: los rostros están radiantes”.
Sub Sole
Baldomero Lillo

“Mientras sorben su café y mastican su merienda, los mineros se complacen en relatar ante el nuevo alistador, novicio en las tareas, historias inverosímiles de la Lola, tratando de alarmarlo y atemorizándose ellos mismos con sus fantásticos relatos”.
Cobre
Gonzalo Drago

“Se dice que una noche de invierno un minero viejo, de esos forjados a la antigualla, al no hallar mejor madera para hacer su fuego, dejó sentado un cadáver al borde de la fosa para llevarse las tablas del ataúd”
La Reina Isabel Cantaba Rancheras
Hernán Rivera Letelier

“No quería que te juerai. Soi tan amable, tan simpática.
Mira, después de mi madre, vos soi l’única mujer que se a acercao’ a mí, así…, con suavidad… ¿Cómo te diría?… Oye, nosotros los mineros venimos de cualquier parte, venimos a aventurar, a trabajar en cualquier cosa, a vivir como venga y a morir del mesmo moo”.
Chañarcillo
Antonio Acevedo Hernández

“Bajé de la mina un día con la güeña tucá / iba a cumplir mi palabra de ver a la pior es ná/y de casarme con ella con toa seguridá (…)./Cuando pregunté por ella me salen con la empaná / de que se había metío con un julano de tal (…)”.
La Venganza del minero
Nicanor Parra

“O pasa el peón hacía abajo/ acariciando el orgullo que naciera junto al rajo:/sí él ha sido del trabajo, / el trabajo ha sido suyo”.
De vuelta de la Pampa
Carlos Pezoa Veliz